No gaseéis(-emos) África

INFORME COMPLETO EN CASTELLANO
(Informe original en inglés - PDF)

 

Ésta es la nueva campaña impulsada en África por distintas organizaciones y que ha tenido una presencia notable en la reciente cumbre de Sharm El-Sheikh de Egipto, la COP27. Su nombre, «Don’t gas Africa», dennota la importancia de esta práctica, el gas, en el continente y el riesgo que encarna: la extracción, comercio y transporte (las exportación) de este combustible fósil que se impuso en los últimos años pre-pandemia como vector energético y que ahora amenaza África en distintos niveles. Para ello, Don’t gas Africa publicó para la COP27 un nuevo informe que por su relevancia hemos creído necesario traducir y compartir: «La falacia de los combustibles fósiles – La carrera por el gas en África no logrará el desarrollo». (informe original en inglés)

Debido a su carácter (invisible, gaseoso) las empresas petroleras y eléctricas vendieron la posibilidad de usarlo como combustible de transición hacia un modelo energético más limpio. Para ello añadieron el calificativo “natural” (Gas Natural Licuado o GNL) a la ecuación, para hacerlo más aceptable, aunque de natural tiene lo que todos los demás recursos a los que no se les aplica ese epíteto: hierro, carbón, uranio, etc. La última vuelta de tuerca ocurrió este pasado 6 de julio (2022) cuando el Parlamento Europeo consideró un cambio de la taxonomía, aprobando el considerar como «sostenibles» proyectos de gas y nucleares.

Este cambio contradice todas las decisiones sobre la emergencia climática, y a la situación dramática actual, pero obedece a la dependencia del sector y a las condiciones de encarecimiento del gas y con ello de toda la producción energética (por tratarse de un séctor enormemente especulativo) tras la guerra de Ucrania y Rusia. Esta guerra, si bien se inició en 2014, alcanzó su nivel mayor el 24 de febrero de 2022 con la invasión rusa de Ucrania.

En este caso, tenemos de nuevo a las empresas petroleras intentando seguir extrayendo y comercializando como de costumbre, ampliando los yacimientos y los mercados. En el caso de África, hasta ahora la mayoría de la producción gasística se concentraba en el norte del continente (Argelia, Libia y Egipto) al que en los últimos años se sumó Nigeria, y ahora Mozambique. Ahora se suman otros proyectos en Senegal, Mauritania, Camerún, Namibia, Sudáfrica o Tanzania. Y a ellos muchos otros de terminales y gaseoductos que posibiliten el transporte de este gas a otros países.

Porque obviamente, tratándose de África, toda esta extracción y comercialización obedece a necesidades externas y a satisfacer a los países ricos. Son, por lo tanto, proyectos de carácter meramente exportadores, y cuando en África hablamos de exportación hablamos del mismo sistema que ha sufrido en los últimos años: colonialismo.

Colonialismo porque el recurso se exportará sin tener en cuenta que África, desastida, empobrecida, también lo es en materia energética. Como apunta el informe, 570 millones de personas africanas carecían de acceso básico a la electricidad en 2019, situación que irónicamente aumentó en 2020. (Página 11) Por lo tanto, antes que exportarse, mejor harían utilizándola ellas.

(Don’t gas Africa)

Por otro lado, tenemos los agentes involucrados, tratándose en su mayoría (a excepción de las alianzas oligadas con las empresas nacionales) de empresas extranjeras: BP, Total, Shell, Eni y Exxon. Esto contrasta con quienes son los principales financiadores de los proyectos que no son otros que los correspondientes gobiernos locales. No hay necesidad de añadir que todos ellos son gobiernos con economías muy débiles a los que se les plantean estos proyectos como la solución a su situación. Pero son proyectos muy costosos. Muchos de ellos se tratan de proyectos de extracción en aguas profundas y otros no convencionales (fracking). Y además conllevan grandes y costosas infraestructuras: plantas de licuado, terminales de almacenamiento, puertos y gaseoductos.

Pero además estos gobiernos tendrán que financiar esta extracción a partir de préstamos que luego serán difíciles de pagar. Porque no están en sus manos, sino en las de las grandes instituciones financieras internacionales, de los grandes bancos, y en resumidas, en los países ya enriquecidos. Y porque desde el primer día, los recursos energéticos en países empobrecidos sólo sirvió para crear deuda y luego acrecentarla (lo que se conoce como «maldición de los recursos»).

El caso de Nigeria en este continente es paradigmático: pese a su riqueza y exportaciones energéticas (petróleo y gas) su población se mantiene en la pobreza energética más absoluta y encima se mantiene endeudada!!! Cerca de 85 millones de personas nigerianas, un 43% de la población total, no tienen acceso a la electricidad, lo que le hace el país del mundo con menor acceso (Página 11). Como el mismo informe explica, la pandemia tuvo un grave efecto en la economía nigeriana (como en todas las economías empobrecidas): su gobierno se vio obligado a pedir préstamos para paliar el déficit con lo que aumentó su deuda. Como bien añade este informe fueron los sectores «nigerianos más vulnerables los que soportaron el mayor coste». (Página 22)

Además del injusto reparto de la riqueza que suponen, la imposición de estos proyectos en comunidades cuyas tierras y medios de vida son arrebatados, o amenazados, o dañados, conlleva un aumento de la represión y de la merma de derechos democráticos. Estos proyectos de carácter nacional (internacional) impulsados por los estados son muy centralizados y afectan a la democracia, “apuntalando a los gobiernos y alimentando la corrupción”. (Página 42) Nuevamente, Nigeria es el ejemplo más gráfico del aumento de control, represión, militarización unido a corrupción y enriquecimiento de una élite. (Página 11)

Como también demuestra la actual crisis energética tras la guerra de Ucrania, el limitar la economía a un recurso y el ser además energético, tiene muchos riesgos para esa economía pues se trata de recursos a nivel económico muy volátiles, inestables por ser presa de la especulación. Un encarecimiento del recurso como se ha dado ahora con gas, petróleo y electricidad, hace que los márgenes de beneficio también se limiten, siendo la economía productora la primera en ser afectada y nuevamente los países ricos en los que se sitúan las empresas extractivas y exportadoras y los bancos prestamistas las que se benefician. Colonialismo puro y duro.

En el caso de África además tenemos su situación económica actual que es resultado de su anterior colonización, saqueo y de la imposición de condicionantes económicos o incluso de la persistencia de ese saqueo al convertir esos países en economías al servicio de los mercados exteriores. En ese sentido, la exportación energética no es más que la continuación de ese sistema exportador que nunca alcanzó independencia y autonomía plena.

También tenemos los efectos ambientales y climáticos de ese modelo, que ahora, en lugar de ser tenidos en cuenta como después de tantos años se ha reclamado, sobre todo en las Cumbres del Cambio Climático, son obviados o incluso empeorados, porque no sólo no se van a beneficiar de sus propios recursos fósiles sino que estos van a ser de nuevo consumidos y quemados en los países que históricamente provocaron este drama planetario y que, en el caso de África, tiene tan graves consecuencias.

Si en los últimos meses los aumentos de temperatura han afectado a todo el Planeta en África, con la desertización avanzando inexorablemente, los efectos son terribles. Eso también repercute en sectores básicos de su economía y su supervivencia como son las agricultura y la ganadería, sobre todo por el hecho de que cuenta con grandes sectores de población en pobreza y en riesgo de hambre. Sólo en el Cuerno de África, como apunta el informe (Página 7), se encuentran 50 millones de personas en inseguridad alimentaria. Si ello no fuera suficiente, África se ve afectada también por inundaciones y fenómenos meteorológicos extremos producto de la emergencia climática, la subida de los niveles oceánicos y la perdida de biodiversidad y biomasa. Pero también se ve afectada por otras prácticas depredadoras de gran impacto ambiental correspondientes con su continuada dependencia colonial.

Igualmente, los proyectos gasistas afectan a la salud de las personas, siendo África un continente con mucha población desasistida sanitariamente y con graves problemas de salud sobre todo en forma de epidemias (malaria, dengue, chikungunya, Lyme, encefalitis), y que además se han agravado con la crisis climática (Página 36). Más explotación gasista supondrá más contaminación del aire y del agua, pero también la contaminación asociada a fuegos y explosiones y a los gases resultantes, que obviamente redundarán en la salud, y en especial en sectores más vulnerables . La práctica del fracking para extracción de gas también conlleva la contaminación a través de los químicos empleados en ella, de carácter secreto pero altamente nocivos.

En este sentido debemos recordar que las comunidades de África son las que menos han contribuido en crear la crisis climática y sin embargo son las que más sufren y las que van a sufrir. Se estima que entre 2030 y 2050 la emergencia climática podría causar 250.000 muertes más al año.

(Don’t gas Africa)

A nivel climático, debemos recordar que este nuevo extractivismo se basa en un recurso de gran impacto, pues el GNL contiene sobre todo metano que tiene un 80% mayor efecto de calentamiento atmosférico que otros GEI (gases de efecto invernadero). Lo que se ha demostrado con el gas es que debido a su estado (gaseoso) se evaden grandes cantidades en todas las fases de su proceso (extracción, transporte, consumo), pero también por su carácter (transparente) esto permanece invisible e ignorado por el sector (que obviamente tiene mucho interés en ello). Se calcula sin embargo que anualmente se liberan 380 millones de toneladas métricas de metano en todo el Planeta antes de su uso. Por lo tanto, la industria gasista no puede evitar dichos escapes y por lo tanto el añadir más calentamiento al Planeta. Y por otro África estará contribuyendo a más calentamiento, siendo ella la más afectada por éste a nivel internacional.

A todo ello debemos sumar los grandes impactos de la extracción, almacenamiento y transporte de GNL a nivel ambiental y como consecuencia también social. Esta nueva actividad energética afectará obviamente nuevos territorios donde será extraído y donde se construirán las nuevas infraestructuras. Ello conllevará en algunos casos deforestación, pérdidas de ecosistemas y con ellos recursos vitales de comunidades, o incluso desplazamientos de poblaciones. En Cabo Delgado (Mozambique), la mayor reserva de gas descubierta en África con 2’83 trillones de metros cúbicos de gas, se han desplazado 785.000 personas. (Página 26)

En el caso del uso del fracking, este es una forma de exracción sumamente agresiva que conlleva contaminación de acuíferos con los propios hidrocarburos y también con los químicos usados para extraerlos; escapes de gas con el riesgo de fuegos y explosiones; o hasta el incidir en temblores sísmicos. En Namibia ha tenido lugar una gran resistencia contra este destructivo método que amenazaba la región de Kavango.

El transporte del gas tanto en gaseoductos como en metaneros también conlleva la contaminación, así como los fuegos y explosiones con las consecuencias tan graves para el medio ambiente que eso supone. 

Porque los nuevos proyectos suponen grandes impactos marinos con plataformas de extracción y plantas de liquado y carga de metaneros, pero también de gaseoductos. Desde Nigeria se proyectan gaseoductos bordeando toda la costa hasta Europa. Ecosistemas vulnerables y de gran importancia ecosistémica como los manglares están amenazados por su proximidad con la costa.

Estos gaseoductos y sus terminales supone barreras para los ecosistemas pero también para los pescadores que dependen del mar para su supervivencia. A ellos debemos añadir que en la mayoría de los casos, sus medio de subsistencia ya están condicionados por otras prácticas extractivas a gran escala como la pesca de arrastre.

La exploración de gas en el mar conlleva impactos especiales ya que para ello se utilizan explosiones submarinas. Estas explosiones se extienden en una zona de tres kilómetros y a través de 40 kilómetros en la corteza terrestre debajo del lecho marino, con lo que tienen un gran impacto en la vida submarina, especialmente a los grandes habitantes, como las ballenas. Ese fue el caso de las prospecciones que planeaba Shell en la costa sudafricana, en la Costa Salvaje, y que fueron detenidas por los tribunales este pasado septiembre. Esta exploración también conlleva la liberación de gas o petróleo, o aguas de formación muy tóxicas u otros elementos que provocan contaminación en el medio.

Los proyectos que se plantean además amenazan ecosistemas muy vulnerables, ya que coinciden con una serie de puntos calientes de biodiversidad, como los manglares y los arrecifes de coral. Las amenazas concretas en el continente africano son

  • la Reserva de Selous en Tanzania
  • el Delta del Okavango en Namibia
  • el proyecto de petróleo y gas de Sangomar, frente a la costa de Senegal, cerca del delta del Saloum, patrimonio mundial de la UNESCO
  • manglares y arrecifes de coral en la costa de Mozambique

Hasta el «61% de los sitios del Patrimonio Mundial de la UNESCO en África están directamente amenazados por las actividades relacionadas con los combustibles fósiles» (página 24). Los sitios del patrimonio costero africano ya están sufriendo los impactos de la emergencia climática con 56 de ellos con riesgos de inundaciones y erosión debido a la subida del nivel del mar.

Un hombre lleva petróleo de una refinería ilegal, cerca del río Nun en Nigeria. (Akintunde Akinleye http://www.akintundeakinleye.com /Climate Visuals Countdown)

Todos estos impactos inciden en otro de los dramas que asola al continente africano: la migración. Miles de personas africanas se ven obligadas a abandonar sus hogares y buscar una situación más propicia en otro país. 11 millones de inmigrantes africanos viven en Europa. Pero la mayor parte de la migración africana sigue siendo intrarregional, permanece dentro del continente: alrededor de 21 millones han emigrado a otro país africano. De estas personas muchas se encuentran bloqueadas en países fronterizos como Marruecos o Libia. Y de ellas muchas mueren: según la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) de 2014 a 2019 más de 7.400 personas africanas perecieron en en las rutas migratorias de África. Pero, además, las personas migrantes sufren actitudes contra ellos en los países de acogida que a su vez son los directamente beneficiados por esa extracción, sufriendo abuso (laboral, sexual), exclusión o incluso hostilidad a todos los niveles.

Como decimos, todos los parámetros indican que las situaciones que provocan el éxodo africano empeorarán, y las tendencias migratorias africanas seguirán intensificándose. El Banco Mundial prevé que en 2050 habrá 86 millones de migrantes por el cambio climático en África. Podemos concluir que todo ello se vera exacerbado por el desarrollo gasista que se pretende intesificar en África.

Como dice el recién elegido presidente de Kenia, William Ruto: «La crisis energética es una llamada de atención sobre el hecho de que los combustibles fósiles son lo contrario de la libertad, pero el mundo se ha encadenado a ellos. Tenemos que liberarnos de esas cadenas, aceptar que hay una forma mejor de alimentar la economía mundial. Una que es más justa, más barata y menos destructiva para nosotros y nuestras comunidades, para el futuro de nuestras familias y para el entorno natural del que todos dependemos». (Página 27)

El gas de África y nosotras:

Los problemas que conlleva la dependencia gasista son muchos por lo caro de las instalaciones, las emisiones, su futuro agotamiento, pero sobre todo por su dependencia extranjera y su impacto fuera de “nuestras fronteras”. Esa dependencia conlleva que en situaciones de limitación de acceso por agotamiento de yacimientos o como la actual, con la guerra en Ucrania, se encarezca el producto y repercuta en la factura, etc.

La limitación de acceso supone también, como ocurre continuamente y en todo el Planeta, como hemos visto, que se opte por extraer en zonas más sensibles ambientalmente, o allá donde la extracción suponga dificultades añadidas o con técnicas más agresivas y contaminantes como el fraking; y sobre todo, en el caso de África, de gran impacto social y humano.

En el estado español tenemos que tener en cuenta que siguiendo las pautas internacionales y los deseos de las grandes energéticas, se apostó por un modelo de gran dependencia gasística. Así, desde 2002 hasta 2011 se instalaron sólo en el estado español 67 nuevas plantas de ciclos combinados para producir electricidad a partir de gas. Este nuevo incremento de producción en el sistema elevó la potencia instalada a 25.353 megavatios y supuso una inversión total de 13.161 millones de euros.

Todo este sobredimensionamiento tenía como razón, por un lado la sed de beneficios obvia del sistema energético, y por otra, nuevas previsiones de consumo como los coches eléctricos o los trenes de alta velocidad. El retraso de todas ellas, su poca viabilidad y el golpeo de la crisis económica de 2008 puso en coloca este sistema, llegando a cerrarse algunas de estas centrales o de no producir nada1. Luego vinieron la crisis del Covid-19 y la de la crisis por la guerra ruso-ucraniana. Un desastre que como decimos, pagamos la sociedad y sociedades que generalmente amortiguan nuestras penas, como las de los países del Sur.

Planta gasificadora de Bonny (Nigeria) (Social Action)

Decir que en su fracaso nunca entraron factores como el ambiental o como el climático, pese a la emergencia patentizada en los últimos años. Su fracaso ha supuesto el intentar rentabilizar las inversiones y el priorizar su producción a otras. Así se prescindía de energía producida de forma renovable como la eólica o la solar, con la infame medida del Impuesto al Sol (2015-18). En resumen, una nefasta planificación de grandísimos impactos económicos, ambientales, sociales e internacionales.

Así las cosas, tenemos también que de acuerdo a este repaso histórico, la actual explosión de proyectos renovables no se corresponde con un interés genuino de esas empresas, sino con nuevas posibilidades de beneficio (debido al abaratamiento de tecnología, políticas internacionales que incluyen subsidios, cambios normativos, etc) y que de ninguna forma suponen el abandono de las mencionadas instalaciones de gas ni al uso de este recurso. Igualmente, estas empresas importaron ese modelo a esos países en los que se impusieron: notable es el caso de Iberdrola en México donde cuenta con 12 plantas y una producción de 9,146 MW a partir de gas y ciclos combinados que contrasta con 202 MW de producción por otros medio.

Siguiendo con el contexto internacional que introdujimos para entender la situación de África, tenemos que, obviamente, el conflicto ruso-ucraniano iba a afectar seriamente esta forma de producción y consumo, por depender considerablemente de un recurso foráneo. Ésta es, por tanto, la principal razón del actual déficit tarifario que afecta a toda Europa y aquí también, que ha supuesto un nuevo saqueo a los consumidores (con lo que las energéticas no se han visto afectadas sino que han aumentado sus beneficios) y también un aumento de la pobreza energética. A nivel internacional, supone problemas en otros lugares, siendo África uno de los principales. Este modelo fosilista, gasista, redunda en el colonialismo y la opresión, en la deuda ecológica y en la deuda climática, por nombrar alguna.

Dependencia gasista Africana

Por su situación geográfica, y por la dependencia del exterior a nivel energético, España se abastece de gas mayoritariamente de Africa, proviniendo de ese continente el 53 % del gas en 2020: 42% de Argelia, 11% de Nigeria y algo de Guinea (siendo el resto de EEUU (14%), Rusia (9%) y Catar (6,3 %)).

España además ocupa un lugar estratégico en el sistema energético europeo, y por lo tanto, también en el gasista, por encontrarse en el sur y próximo a Africa. Esto le convierte en puerta de entrada de recursos y energía, y lugar desde el que se introduce en el resto de la UE. De Argelia, parten los gaseoductos Magreb-Europa que pasa por Marruecos, y el gasoducto Medgaz, que une con Almería atravesando el mar Mediterráneo. Estos suministran gas al sistema español, o suministraban, porque el primero fue cerrado por Argelia en octubre 2021 debido al conflicto diplomático entre ambos gobiernos.

A estos se les uniría otro gaseoducro proveniente de Nigeria, el Trans-saharan, que fue rubricado este pasado abril entre los gobiernos africanos implicados. Pero mientras, el gas de Nigeria llega en metaneros. Aunque en 2006, las españolas Gas Natural y Repsol firmaron un acuerdo con el gobierno nigeriano para operar su propio proyecto de gas natural licuado, éste no se materializó. Las empresas españolas se abastecen sobre todo de la planta de licuefacción de gas de Bonny, en la principal zona hidrocarburífera, el delta del Níger. Además existen otras 17 plantas de procesamiento de gas en ese país.

En el estado español existen 7 plantas gasificadoras (una inoperativa) que abastecen al sistema gasista. Ese gas se distribuye a través de una red de 11.369 km de tubos. En la Comunidad Autónoma del País Vasco (CAPV) la regasificadora de Bilbao se sitúa en el complejo energético Bahía de Bizkaia, en el Puerto de Bilbo. Este puerto es el lugar de entrada de gas: en 2021 entraron 3.202.947 toneladas, menos que el año anterior (3.769.626 Tm)2.De aquí parten los gaseoductos Irún y Larrau que unen con el sistema francés, mientras que en Catalunya existe el proyecto Midcat. Además de terminales de carga y de plantas de almacenamiento, en el puerto de Bilbo Repsol inició en septiembre 2021 la construcción de una terminal para suministro de gas.

En la CAPV 3.726 ktep de la energía correspondieron al gas1. De ellos 2.237 se consumieron interiormente. Esto indica el papel de entrada de gas que la CAPV juega en el sistema energético europeo.

Otro de los sectores en beneficiarse de este auge energético es sin duda el financiero, los bancos que prestan el dinero para todos estos proyectos. Este es un apecto reiterado por el movimiento climático que hace años inició la campaña Defund o de desfinanciación. Otro informe publicado para la COP 27 ha sido el “¿Quién financia la expansión de los combustibles fósiles en África?” de Urgewald. Como denunció Ecologistas en Acción, el Banco Santander y BBVA aparecen en la lista de los mayores inversores en este tipo de proyectos con 1.984 y 1.352 millones de dólares respectivamente.

El BBVA tiene un largo historial de financiar la industria fosil y dentro de esta la gasista, sobre todo a empresas y muchos proyectos en Latinoamérica (ver algunos aquí). En lo que respecta al BBVA en relación a la financión de la industria gasista, de acuerdo con Fossil Banks, éste carece de políticas para excluir ningún tipo de extracción a excepción de las propuestas en el Ártico: ni mar adentro en aguas profundas, ni fracking, ni plantas de licuefacción, ni gas convencional. Igualmente el Santander,  aunque sí tienen cláusula para proyectos de fracking. Esta realidad contrasta con la que ambos intentan vender su compromiso ambiental y climático a través de su RSC, de firmar principios como los de Ecuador, o de dárselas de tener “objetivos de financiación sostenible”3.

NOTAS

2BILBOKO PORTUAREN 2021 BALANTZEA BALANCE 2021 DEL PUERTO DE BILBAO file:///home/robot/Deskargak/Balance-Puerto-euskera-castellano.pdf

3 “objetivos de financiación sostenible anualizados superiores a la cantidad de financiación que proporcionan cada año para transacciones relacionadas con los combustibles fósiles»

 

 

Haz clic para acceder a WhoisFinancingFossilFuelAfrica_Doppelseiten_LR.pdf

Notas:

1En 2013, los ciclos de Arcos 1 y 2, Castejón 2, Escatrón, Escombreras 6, Santurce 4 y Tarragona Endesa no generaron electricidad. (Ciclos combinados en España o cómo desperdiciar 13.100 millones)
3BILBOKO PORTUAREN 2021 BALANTZEA BALANCE 2021 DEL PUERTO DE BILBAO file:///home/robot/Deskargak/Balance-Puerto-euskera-castellano.pdf
4 “objetivos de financiación sostenible anualizados superiores a la cantidad de financiación que proporcionan cada año para transacciones relacionadas con los combustibles fósiles»

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